Errores de lectura

Las grandes manifestaciones, las masivas concentraciones o las cadenas multitudinarias, como fue el caso de la de ayer en la Diada, tienen la capacidad de impresionar, de transmitir una voluntad colectiva.

La cadena de Cataluña consiguió con creces su objetivo. Artur Mas habrá trasladado a España y a gran parte del mundo que el deseo, el anhelo de los catalanes, es la independencia.

Este verano he tenido la suerte de pasar unos días en Lérida y he podido comprobar cómo la bandera estelada copaba balcones, montículos y campanarios. El movimiento por la independencia es real y masivo, aunque bien es cierto que fomentado y alentado desde el poder.

El pasado martes, Miquel Roca pedía en La Vanguardia que se leyera bien lo que está sucediendo, incluido, claro está, la movilización de ayer. Roca pedía «cuantificar el alcance de la reivindicación». No sé si se refería al número de independentistas o a lo que costaría parar ese movimiento.

Es lo mismo. No se puede eludir el problema, no se puede reducir ni minusvalorar. Pero tampoco podemos exagerarlo al calor de la muchedumbre y el ondear de banderas.

Cataluña no sólo es la estelada, no sólo es ERC y su hermano menor Convergència. Cataluña también es Unió, PSC, Ciutadans y el PP. Hay una Cataluña que no quiere la independencia y se siente tan catalana como Carod-Rovira.

O sea, que Cataluña es plural y una gran parte de sus ciudadanos quiere seguir libremente ligada a España.

Esta parte no sale hoy en la foto, pero sería un error de lectura –aludiendo a la petición de Roca– ignorarla.

Al final, en democracia cuentan los votos. Esperemos a ver qué votan los catalanes. No vaya a ser que por un error de lectura (como ocurrió con la gran manifestación del año pasado en Barcelona) nos pase lo que Artur Mas, que fue a por la mayoría absoluta y se quedó con 12 escaños menos.

Mas es el primero que no debe equivocarse otra vez, aunque es muy capaz de hacerlo. Agitar ese movimiento sólo favorece a su competidor en el campo nacionalista, ERC, que es la gran beneficiaria de lo que ocurre.

Tampoco puede equivocarse el PSC, tentado de sucumbir a los cantos de sirena del independentismo. Cada paso en esa dirección le ha costado votos.

Pero lo más importante es que no se equivoque el Gobierno en la lectura de la cadena humana. Es positivo que se mantenga una permanente vía de diálogo con la Generalitat. También es cierto que habría que redefinir el modelo de financiación –que permite a una Extremadura deficitaria ofrecer mejores pensiones que Cataluña o Madrid– y que será bueno para todos no alimentar la confrontación.

Pero eso es una cosa y la dejación de responsabilidades, otra. El Gobierno debe ocuparse de que en Cataluña se cumpla la Ley. Aunque sólo sea para que los que no fueron a la cadena de ayer sientan que merece la pena seguir en España.